miércoles, 13 de diciembre de 2006

La transfiguración de Danto

La transfiguración de Danto
Diálogos con Andy Warhol I



“El azul del mar inunda mis ojos,
el aroma de las flores me envuelve,
contra las rocas se estrellan mis enojos
y así toda esperanza me devuelve.

Malos tiempos para la lírica.

Las ratas corren por la penumbra del callejón,
tú madre baja con el cesto y saluda,
seguro que ha acabado tu jersey de cotón,
puedes esbozar una sonrisa blanca y pura.

Malos tiempos para la lírica.

Seguro que algún día, cansado y aburrido,
encontrarás a alguien de buen parecer,
trabajo de banquero bien retribuido
y tu madre con antojos volverá a tejer.

Malos tiempos para la lírica.”






“Malos tiempos para la lírica”. Con este texto de la canción perteneciente al grupo Golpes Bajos, inicio este trabajo basado, principalmente, en las obras de dos autores: Andy Warhol (Mi filosofía de A a B y de B a A) y Arthur C. Danto (La transfiguración de lo banal), siempre bajo la ‘tutora’ y atenta mirada de T.W. Adorno y, como no podía ser de otra manera, pasando ‘obligatoriamente’ por Platón, Hegel, Schelling, Benjamin, Heidegger y otros. Malos tiempos para la lírica y malos, también, para el arte, que, según Danto, ha llegado a su fin. Como ya propuse en su día, pretendo ir intercalando los geniales y esquizofrénicos textos de Warhol, a medida que vaya ‘desestructurando derridanianamente’ la obra de Danto, ayudado por el ‘faro’ de Adorno y compañía. Cierto es, que no acabo de tener muy claro si Andy Warhol era consciente en su ‘dulce paranoia’ que, muchas veces, estaba dando en el clavo en aspectos fundamentales de la teoría estética y el ‘debate’ del arte. Me inclino a pensar en que sí, en que ahí radicaba su genialidad, en que era muy consciente de lo que quería transmitir tanto en sus obras como en sus textos. Además, si se me permite, añadiré un toque warholiano a todo esto, participando en los delirantes diálogos, de manera que podré ir reflejando, como a lo largo de todo el trabajo, mi opinión en forma de un personaje llamado C. Así pues, ahora, a la A (Andy, se supone) y a la B (“cualquiera que me ayude a matar el tiempo”), añadiré una C (yo mismo). De esta manera, pretendo participar de una manera más profunda de todas las reflexiones propuestas, confiando en que mi ‘esquizos’ no vaya a más, y esperando no acabar peor de lo que estoy, acogiéndome, si llega el caso de ser prejuzgado, a la ‘enmienda’ de la transferencia o el porqué Laforgue psicoanaliza a Baudelaire, si éste no es su paciente. Espero se me permita este pequeño ‘toque surrealista’, ante la experiencia del mundo moderno (esquizofrenia y reificación) que se abre sin paliativos a la hora de analizar arte y estética, todo ello aderezado por la sociedad. Como habrá veces que, en el fragor del diálogo, ponga palabras en boca de A que no ha dicho, siempre pondré comillas a sus textos reales, respetando así su literalidad y mensaje; simplemente imagino nuestra conversación, entrecomillando lo que verdaderamente vale la pena.
El arte reflexivo, en vez de alcanzar un máximo de libertad, ha llegado a lo que Adorno denomina la prohibición de las imágenes, el tabú de la representación (Bildrverboten), se ha secularizado. Se ha vuelto problemático porque la absoluta libertad en el arte, entra en contradicción con el perenne estado de falta de libertad en el Todo (Ganz). El Todo es universal, la sociedad, para Adorno. El arte, en este Todo se ha tornado incierto. Se emancipó de su función crítica para liberar a la humanidad; pero ahí donde el arte evoluciona, se seculariza por esa misma idea de humanidad. Esos mismos componentes, se convierten, pues, en lo contrario de lo que había sido en su originalidad. Adorno, está en contra de todos los intentos de resocialización del arte, verbigratia, Luckács. El arte, no puede volver a ser integrado en la sociedad, el lugar es problemático, de servir a los intereses de la clase revolucionaria, de las fuerzas de progreso. Esta afirmación, término fundamental en la Escuela de Fráncfort, va ligada a Marcuse. Toda la cultura tiene un función ideológica, lo contingente como necesario, lo particular como universa. Por tanto, el arte cumple una función ideológica, en su negación de lo empírico se está afirmando lo propiamente empírico. En La montaña mágica, Thomas Mann, nos habla de la ‘desmagicización’ del arte, la secularización, el desencantamiento del arte (Entzanbernung).
Adorno, nos propone una estructura dialéctica: la muerte del arte, como algo perteneciente al pasado y que no se puede recuperar; el mercado y la politización del arte, una politización que abandona a éste al mercado, la esteticización es el mercado por excelencia; y, por último, la estética. Adelanto ya, que la obra de Danto, es conspicua al tiempo que, si se me permite, ‘absurda’, afirmando que el fin del arte realmente ha llegado y debemos de alegrarnos por ello y, en concreto, porque Andy Warhol colocará su Brillo Box en el mercado. Warhol, con su ‘resplandor’ (Shining) (Schein), nos demuestra que cualquier cosa puede ser arte, rompiendo la diferencia entre obra de arte y objeto, y sacando a la palestra el $, el dinero como única diferencia, descubriendo, así, el secreto de la plusvalía: hay potencialidad del arte (acto y potencia); aunque pienso que no por ser evidenciado, los filósofos debemos quedarnos ahí. El $ nos plantea la pregunta crucial del ¿porqué se ha constituido el significado en el precio el valor del producto? Y, entonces, ¿porqué el trabajo se expresa en valor? Esto es lo que permite a Marx penetrar en el objeto de la mercancía.

B –“Me despierto por la mañana y miro los dibujos del papel de la pared. Es gris, tiene una flor y tiene puntos negros alrededor de la flor, y pienso, ¿es un papel Bill Blass? Es tan famoso como un cuadro. ¿Sabes lo que tendrías que hacer hoy, A? Deberías buscar el mejor papel de pared de Nueva Cork y hacerte una carpeta con él. O convertirlo en tela e ir al tapicero y hacerte tapizar una silla. Con flores en ramilletes. Y podrías añadir cojines que destaquen. Le puedes sacar más provecho a una silla que a un cuadro”. Y tú que dices C, ¿nos acompañas?
C –No, gracias. Id vosotros. Me acabas de alegrar el día B, contigo el concepto arte/mercancía me ha quedado más claro que leyendo a Marx.
B –Cuál de los tres, ¿Groucho?
A– Vamos B, te lo explico por el camino.

Si en Hegel encontramos el fin del arte, el menos arte y más verdad platónico (‘techne’-‘poiesis’ exnihilo), en Schelling y en Heidegger, topamos con el arte más verdad, como órgano modelo de la filosofía, lo que es una inversión del platonismo (distinción entre arte y técnica). La estética, se encuentra, como si del vellocino de oro se tratase, en medio de los dos escollos, como nos indica José Molinuelo en El inicio político del arte: por un lado, el fin del arte (Nada), (.../...)

A –“Un crítico me llamó la Nada Misma y eso no me ayudó en absoluto a mantener mi sentido de la existencia. Entonces, me di cuenta de que la existencia en sí no es nada y me sentí mejor. Pero aún estoy obsesionado por la idea de mirarme en el espejo y no ver a nadie, nada”.
C –¡El Asa A, el Asa!
B –¿Qué Asa?
C –El Asa de Simmel, lo importante en el arte es justo lo que no se ve, la Nada, el ‘estar vacío del cántaro’, cuando está lleno es mercancía, cuando está vacío es arte.
B –Gracias C, ahora mi existencia es mucho más llevadera.

(.../...) por el otro, es esteticismo (Todo-Sociedad), todo es arte. Y es en este último, el esteticismo, donde el genial Warhol pone el dedo en la llaga (o deberíamos decir en la caja), la extensión de las características del arte a cualquier objeto. Por otro lado, Danto y su fin del arte: el arte ya no es la expresión suprema de la verdad; ya no es la forma suprema del espíritu; es ya una cosa del pasado. Heidegger nos habla de la estética como un intento de concebir el arte como experiencia, como vivencia. Introduce en la concepción del arte la dimensión histórica, cosa que le llevará a la política y a inscribirse en el partido nazi. Nuestra época, por tanto, es la de después del arte, apareciendo en escena el elemento de la obra que nos faltaba, Ión, ese poeta al que le abandona la inteligencia ‘nous’, entrando en él los dioses. Ahora, en los tiempos de indigencia, los malos tiempos para la lírica a los que se refieren Golpes Bajos, retomamos el concepto hegeliano de la retirada de los dioses, Afanisis en la obra. Sacando a escena otra vez a Adorno, cosa que haré durante todo el trabajo como si del coro en la tragedia griega se tratase, nos dice que el arte se ha retirado del mundo, pero negando el mundo también lo está afirmando. Si el arte es el modo por el cual la verdad afirma ser existencia, entonces el arte no tiene sentido para la filosofía. Como ya he mencionado, Heidegger, se adhiere al contrario de la afirmación de Hegel (fin del arte), corroborada en los 80 por Danto (que es Platón, donde el arte no es la verdad, la verdad está en el otro lado), que es Schelling, para el cual, el arte, es el modelo de la filosofía, es la máxima verdad y, por tanto, la inversión del platonismo.
La pregunta de la esencia del arte, es la pregunta por la esencia de la verdad; pero la respuesta de la esencia de la verdad la ha de responder la estética. El giro estético llevado a cabo por Benjamin y Heidegger, otorga a éste carácter filosófico, todo y que Heidegger nos dice que la pregunta no es la estética, pero que hay que responder. Remontarse a los presocráticos es hablar del tiempo actual, es el olvido del ser y la espera del Dios (El Templo, de Van Gogh, es ese momento de llegada de Dios). Para Benjamin, la historia es lo contrario del mito; para Heidegger, la historia del ser es el horizonte del mito. A su vez, para Platón, el arte antiguo es Ión, rapsodia, lo oral, donde el arte no es ‘techne’; el moderno, es La República, esquiagrafía/pintura (‘skiagrafia’, escritura de la sombra, pintura ilusionista), la escritura/visualidad, donde el arte es ‘techne mimetike’. Así pues, es el paso de lo oral a lo escrito. Heidegger, no quiere saber nada del Ión platónico, pero se refiere a él, refiriéndose a que la técnica significa el olvido del arte, aunque, a su pesar, permanece en los límites del platonismo, puesto que las ideas son eternas y viven en un lugar supraceleste. Heidegger, el arte es el propio ser (Sein); Adorno, el arte es lo que ha llegado a ser (Dasgewordensein). Aunque el problema en Adorno sea cómo hacer estallar el mito: Hegel, plantea el fin del arte, en concreto, la dimensión del romanticismo, la profunda afinidad entre arte y mito o el fracaso, estrepitoso, de la Ilustración; el arte como resistencia a la razón o reservorio de la verdad. Pero, al negarlo, lo afirma, y ese es un problema al que Adorno denominará ‘negación determinada’. El arte es el lenguaje del sufrimiento, arrancar, romper ese destino y hacer aparecer la historia; el sujeto, antes de haber dejado de existir foucaultinianamente, estaba incompleto respecto al Todo, teniendo que crear un lenguaje simbólico, el arte, y es ese malestar, ese sufrimiento en el Todo, la sociedad, lo empírico, el que determina el arte a nivel de satisfacción. Aunque no debemos caer en el error de que todo es ‘maximus’, los intereses de clase que criticaba Marx; es ‘minus’, negativo, sufrimiento lo que determina, nos dice Adorno, y el arte, no puede con este sufrimiento.
Llegados a este punto, podríamos definir la teoría estética como un tratado de estrategia para entender mediante la dicotomía de la antítesis Kant-Freud, como un funambulista que no se puede permitir el lujo de decantarse, hay que aguantarse, permanecer en la incomodidad. El arte se ha de considerar como un hecho autónomo, pero también un ‘fait-social’. La trampa que denuncia Adorno es que al hablar de la vida anímica y los neuróticos, se está haciendo desde el punto de vista social, cualquier revolución en el arte se trata, no como tal, sino como neurosis. Los revisionistas, nos hablan de la determinación social de la enfermedad que Freud no tiene en cuenta. Para Adorno, la enfermedad es la resistencia de lo particular hacia lo universal, por tanto, no puede cerrarse desde lo universal. Para Kant, la estética es la relación que se articula entre lo universal y lo particular, y, hay que saber, que es a partir de él que se establece la teoría estética.
Así pues, nos encontramos con el doble carácter de arte: como autonomía y como ‘fait-social’. Aquí es donde aparece la obra de Danto La transfiguración de lo banal. El arte ligado al ‘mercado del arte’. El arte de la época después del arte hegeliano, Danto lo denomina ‘posthistórico’. Éste ha llegado a su fin, o lo que es lo mismo, la desvinculación del arte y la verdad. Aunque, y por eso califico la obra de Danto conspicua y absurda a la vez, si el arte ya no es expresión suprema de la verdad, entonces, qué interés tiene para la filosofía. El momento original del desdén entre arte (poesía) y la filosofía, se da en Platón (Ión), que sería el ‘minus’; luego, pasamos al ‘maximus’, el arte es el objeto privilegiado de la filosofía, representado por Schelling y en contraposición a Hegel. Adorno, Benjamin, Lukács, Heidegger, representan el giro estético hacia la filosofía. Danto, propone un corte ‘epocal’ para que el arte sea ‘posthistórico’, que se produce en Warhol y su Brillo Box, donde cualquier cosa puede ser arte. La esencia del corte, no reside en ninguna realidad perceptiva. La crítica a Danto, viene por el problema en su exposición del carácter que tiene al arte de ‘fait-social’. El posmodernismo lyotardiano, que niega la autonomía del arte, representativo de Greenberg, a quien Danto dedica páginas y páginas debido a que hace ya mucho tiempo explicó el sentido de la modernidad sobre una base crítica fundamentada en la estética, y el modernismo habbermasiano, que niega el ‘fait-social’, que encontramos en Adorno. El error constitutivo de Danto, hace que su libro sea de lectura ‘imprescindible’ para conocer y entender los ‘indiscernibles’ objetos reales (Brillo Box) y el arte.

A –“Mientras estuve en el hospital, mi <> siguió haciendo sus cosas, y me di cuenta de que en realidad lo que yo tenía era una empresa cinética, porque seguía adelante sin mí. Me gusto comprobarlo, porque por aquel entonces ya había decidido que el mejor arte eran los <>. El arte de los negocios es el paso siguiente al Arte”.
C –O sea, ¿quieres decir que el Arte es algo más que $? No te estarás poniendo ‘tierno’ A.
A –No me vaciles C, no confundamos los términos, “(...) Me gusta el dinero en la pared. Supongamos que vas a comprar un cuadro de doscientos mil dólares. Creo que deberías coger ese dinero, atarlo y colgarlo en la pared. Así, cuando alguien te visitara, lo primero que vería sería el dinero en la pared”.
C – Ah, vale, pero ¿y la belleza?
A –Que sí hombre, que sí “(...) lo que hace hermoso a un cuadro es la manera en que está puesta la pintura”. C –A, eres un freak, ¿lo sabías?
A –Te recuerdo, querido C, que estás hablando con alguien que murió en 1987, ¿quién es ahora el freak?
C –Touché mon ami.

Dicho esto, vamos al ‘tajo’ dantoniano, o mejor dicho al susodicho ‘corte’ y a la sutura aún no cicatrizada, por imperfecta, que nos ofrece Danto. En el comienzo de su obra, Danto señala que la mayor aportación de Warhol y su Pop Art es dejar de lado la consideración estética a la hora de abordar qué es una obra de arte. Nos recuerda la embriaguez filosófica que sobrevivió al rechazo estético de su exposición de 1964, en la Stable Gallery, donde los facsímiles de los envases de Brillo, se apilaban unos sobre otros (los de Kellogg’s no triunfaron tanto) como si de un almacén de excedentes de estropajos se tratase. La Brillo Box, fue aceptada inmediatamente como arte, surgiendo al tiempo la pregunta del porqué las cajas de Warhol eran obras de arte, mientras que sus banales homólogos de los supermercados no lo eran, dejando, así, la opción de que ninguna diferencia material distinga la obra de arte del objeto real. Warhol, conspicuo provocador a sabiendas, aún fue más allá con las latas de sopa Campbell, que ni se molestó en confeccionarlas con otro material como había hecho con las Brillo Box, las sacó directamente de las estanterías de los comercio. Danto, trae a colación acto seguido nada menos que a Jesús, ahí es nada, comparando la aparición de éste ante Pedro, Juan y Santiago, en categoría de transfiguración brillante, resplandeciente (Shining) (Schein), con la posibilidad de que fuera la obra de arte lo que brillaba, aunque no sé lo que opinarían los doctores de la Iglesia, al saber que Jesucristo no era una divina obra de arte en sí mismo. Sea cual sea la diferencia, Danto, nos dice que no podría consistir en aquello que la obra de arte y el indiscernible objeto real tenían en común, excepto todo lo que fuera material y susceptible de comparaciones inmediatas. La idea que proporciona un método a Danto para realizar su obra es la de que alguna definición de arte debía acompañar a las cajas de Brillo y que tal definición no podía basarse en un examen de las obras de arte. Por lo tanto, según la reflexión dantoniana, era necesario empezar desde el principio, cuando los objetos transfigurados estaban tan sumergidos en la banalidad que su potencial para la contemplación estética permanecía bajo vigilancia incluso después de la metamorfosis.

A –Indiscernibles, objetos transfigurados, banalidad del potencia, metamorfosis... Atiéndeme un momento C, qué le pasa a este hombre, ¿está estreñido?, ¿es kafkiano?
C –No hombre no, es Danto, un catedrático de Filosofía, referencia obligada de la reflexión filosófica sobre el arte moderno y que ha analizado ampliamente tu obra.
A –Espera, espera, wait a moment please, ¿Alighieri?, ¿el de La Divina Comedia? Pero cómo va a conocer mi obra si éste tenía trono en los infiernos mucho antes que yo.
C – Danto, Arthur C. Danto, ¡con ‘o’!
A –Con ‘e’ o con ‘o’ le voy a decir algo, y pon comillas que esto sí que lo digo yo, no sea que te atribuyan a ti todo el mérito: “Si la gente te comprende siempre y si hace exactamente lo que tú le dices que haga, entonces pasan a ser meros transmisores de tus idea y terminas aburriéndote. Pero cuando trabajas con gente que no te comprende, en lugar de obtener transmisiones, obtienes transmutaciones, y eso a la larga es muchísimo más interesante”.
C –Entiendo que estas estás de acuerdo con él.
A –No, estate atento carajo, que me cuesta muchos esfuerzos repetir las cosas, por eso lo grabo todo. Que sea interesante lo que diga supone que no me ha comprendido, de ahí que no transmita sino que transmute. ¿Lo captas?
C –Perfectamente. ¿No será que no se ha leído tu libro el bueno de Danto? ¿Y tú el suyo?
A –Él nació en el 24, yo en el 30, pero tuvo que esperar a que yo me realizara como artista para que él se realizara como escritor, él debe leerme, yo...
C –Ya ya... el caso es que, al final, ¡yo sí que os tengo que leer a los dos! ¿Será que aún me tengo que realizar?

Según Danto, tan escurridiza a sido la definición, la casi ridícula inviabilidad de las definiciones filosóficas de arte sobre el propio arte ha sido explicada, por aquellos que la percibían como un problema, como originada por la imposible definición de arte. Tal fue la disolución por parte de Wittgestein de la cuestión. Éste, escribió en su Tractatus logicophilosophicus: “La mayor parte de las proposiciones y cuestiones que se han escrito sobre materia filosófica no son falsas, sino sin sentido. No podemos, pues, responder a cuestiones de esta clase de ningún modo, sino solamente establecer sus sinsentido”. Esta visión fue transformada en un grito de batalla por el positivismo lógico, que se dedicó a la extirpación de todo sentido metafísico mediante la demostración de su sinsentido. Era un sinsentido, pensaban los positivistas (aunque no Wittgestein), porque era inverificable. Desde su punto de vista las únicas proposiciones significativas eran las de la ciencia, y la ciencia estaba determinada por su verificabilidad. Esto, por supuesto, dejó planteada la pregunta acerca de qué pasaba con la filosofía; y la verdad fue que el criterio de verificación se volvió inevitablemente en contra de sus defensores, disolviéndose a sí mismo como un sinsentido. Para Wittgestein, la filosofía, se desvanecía, dejando atrás únicamente la actividad de demostrar su sinsentido.

A –“Me impresiona la gente que puede crear nuevos espacios con las palabras adecuadas. Sólo sé un idioma, y a veces en medio de una frase me siento como un extranjero tratando de hablar porque tengo espasmos de palabras cuando partes de algunas palabras empiezan a sonarme raras, y cuando estoy a medio pronunciar una palabra, pienso: <>. Así pues, en mitad de las palabras que tienen más de una sílaba, a veces me confundo y procuro injertarles otras palabras por encima. A veces, esto se convierte en buen periodismo, y cuando me citan no quedo nada mal una vez impreso, pero otras veces es muy molesto. Nunca puedes predecir qué pasará cuando las palabras que estás diciendo empiezan a sonarte raras y empiezas a encadenarles otras”.

Danto, nos apunta que en el período de la competencia entre los manifiestos, declarar que algo no era arte era una postura crítica habitual, al tiempo que también se declaraba con la misma fórmula que algo no era, realmente, filosofía. Lo máximo que aquellas críticas concebían era que Nietzsche, o Platón, o Hegel, podrían haber sido poetas; lo máximo que sus contrapartidas artísticas podían permitir es que algo que no era realmente arte fuera ilustración o decoración, o algo menor. ‘Ilustrativo’ y ‘decorativo’ eran epítetos críticos de la era de los manifiestos. Adorno, nos recuerda que la estética la utilizamos para ‘atrapar’ el arte, apareciendo entre las dos, otro término fundamental: la sociedad. Lo autocomprensible, lo evidente, lo que se explica por sí mismo (Selbstverständlichkeit), referido a que nada ya se explica por sí mismo en el arte: el arte es pregunta, se convierte en interrogante, por eso, precisamente, el arte es una pregunta, y ésta viene marcada históricamente.
Adorno, plantea que lo primero que hay que hacer es establecer un terreno propicio: histerizarlo (neurosis, interrogación sobre qué es algo). Arte, es algo que no se explica por sí mismo, dice Adorno, está rebotando la pregunta. Ya nada de lo que explica el arte es un proceso evidente. Es un proceso histórico, que se inicia cuando se constituye la pregunta como tal, en el momento que los filósofos deciden hacerse la pregunta, cosa que pasa en 1750, denominándose estética, la vieja disputa entre poesía y filosofía que plantea Platón y a la que ya me he referido anteriormente. Para Adorno, la sustancia misma de la filosofía se haya en la estética, en lo particular. Arte es el lenguaje del sufrimiento; es lo único que puede arrancar del sufrimiento aquello que lo deshace, el lenguaje, de ahí que Adorno ponga el ejemplo de Auswitz, ahora se conmemora el 60 aniversario de su cierre, como sufrimiento. Luego el arte ya no es la luz, Brillo, y nada en él se explica por sí mismo. Ni en su relación con el Todo (Ganz), ni si quiera en su derecho a la existencia. Volviendo a Danto, asegura que las cajas de Warhol, hacen incluso de esta presunta indefinición un problema, ya que tanto se parecen a lo que por común acuerdo no son obras de arte e irónicamente hacen urgente el tema de la definición. El punto de vista de Danto, radica en que el inevitable vacío de las definiciones tradiciones de arte reside en el hecho de que cada una de ellas se basa en características que las cajas de Warhol convierten en irrelevantes para cualquier definición. Piensa que con las cajas de Brillo las posibilidades están cerradas y que la historia del arte ha llegado a su fin. No se ha parado, sino ultimado, en el sentido de que ha pasado a ser una especie de conciencia de sí misma y se ha convertido, a su manera, en su propia filosofía: circunstancias predichas en la historia de la filosofía de Hegel. Éste, dijo que el arte era cosa del pasado, era la forma suprema de la expresión de la verdad. La cuestión es saber si Hegel tenía razón o no, si el arte es la expresión suprema de la verdad. Heidegger, lo plantea en su derecho a la existencia: ¿para qué el arte? El surrealismo quiere anular esa distinción entre arte y vida. Dadá, en su consigna ‘muerte al arte’, se viene a referir al arte burgués de divertimento. Porque el arte, así referido, es un escándalo, es una vergüenza que el artista no acepta de un mundo ideal, del cual está separado de la sociedad, determinado por ella, verbigratia, Baudelaire, que hacía cola en los burdeles.
Danto, nos plantea una teoría del arte perpleja, según la cual un objeto material, o artefacto, se dice obra de arte cuando así se considera desde el marco institucional del ‘mundo del arte’. Pero, entonces, la supuesta ‘teoría institucional del arte’ deja sin explicación el porqué esa obra en concreto ha sido objeto de tan espectacular promoción, mientras sus semejantes, iguales a ésta en todo, permanecen en una categoría antológicamente inferior. Con lo que nos volvemos a encontrar con los indiscernibles, uno que es obra de arte y otro que no lo es.
En el paso a la teoría estética, Danto establece la dicotomía entre Nietzsche y Kant. Mientras del primero, que era profundamente sensible al arte, dice que empezó aquí su ciclo filosófico, al segundo, que no duda en denominarlo “filisteo del arte” y, por tanto, carente de la sensibilidad del anterior, dice que culminó su ciclo con el que aún pasa por ser uno de los tratados más importantes del arte de toda la literatura filosófica. Esta es la razón a la que alude Danto por la cual el no filósofo, al acercarse a lo que éstos han escrito puede caer en el desánimo. El ‘als ob nature’, el arte es un en sí, es la forma kantiana de salir de lo cultural hacia lo social. El arte se pone donde fracasa lo social, articulando, así, el espacio entre naturaleza y cultura. ‘Bilder ver boten’, tabú de la representación. Adorno, nos dice que hay una fractura de la realidad con el arte; esto implica una mismidad sobre el arte, el ser al cuadrado, el fetichismo propio de la obra de arte, no en vano, el fetichismo de la mercancía marxista será el primer testimonio del concepto de capitalismo. La sublimación del principio ‘sese conservare’, que rige la vida empírica, la entidad que rige al sujeto. Entonces, se trata, pues, de dominio: es el principio de autoconservación que rige la vida empírica, renunciando, así, a la autoconservación del sujeto, haciendo desaparecer la diferencia entre sujeto y objeto. La obra de arte, al renunciar a esta diferencia, hace alcanzar al objeto sus mismidad y se convierte en el ser al cuadrado. La obra de arte parece haber cobrado vida y ese es, precisamente, el fetichismo de la obra de arte. La distinción entre el fetichismo de la mercancía y el de la obra de arte es la relación proporcional entre lo universal y lo particular, para poder hablar de arte/sociedad. El fetichismo es la clave: lo que es arte de ‘desartitiza’ (Entkunstung der kunsts) y se convierte en mercancía. El fetiche, aquello que es del orden del artefacto se presenta al hombre como mismidad, independiente, exterior al hombre, ya que éste se inclina ante él; algo que es del orden de la historia se convierte en naturaleza: reificación.
Danto, cita a Kennick, para hacerse eco de la conspicua frase de San Agustín a propósito del tiempo: “Sabemos que es el arte cuando nadie nos lo pregunta; esto es, sabemos utilizar bien la palabra <> y usar correctamente la frase <>”. Dice Danto, que si esto es lo que se entiende por saber lo que es el arte, es decir, usar la palabra arte correctamente, entonces, la filosofía del arte, se convierte en una sociología del lenguaje en la cual arte y obra de arte funcionan. Lo que también es claro es que tales habilidades no sirven de nada para el no ducho en la materia. Entramos aquí en un terreno donde se establece la relación entre sociología y psicoanálisis, que Zizek trata en su obra Las metástasis del goce. El instinto humano no es tal, ya que se articula con el lenguaje, con la forma, si no, no le podríamos dar significado, por tanto, ya no es natural su contenido, éste viene dado o estructurado por la forma, por el significado, la palabra, el lenguaje. Es la apuesta de lo hermenéutico frente a lo biológico, o lo que es lo mismo, Freud ante Jung. Buscando otra vez el ‘faro’ perenne de Adorno, vuelvo a su estética para reflexionar sobre que el arte no tiene espacio en nuestra sociedad. Hay que conquistarlo de nuevo. Es como el yo y el ello, el momento auténtico del arte es mínimo, fútil, de ahí que Adorno ataque al arte, que éste sea su diana. La realidad humana, que es social, está constituida antes que nos pongamos a pensar, aunque no seamos conscientes de ello, tiene la impronta de la abstracción. Pero, ¿porqué Adorno se preocupa del psicoanálisis?, ¿porqué lo aborda en su introducción a la teoría estética?, si, aparentemente, el arte no es indispensable para el psicoanálisis, aunque sí lo sea para Freud. La Escuela de Fráncfort, es la única que integra el psicoanálisis con la filosofía y la sociología: Marcuse, Adorno, Horkheimer, Fromm. Todo y que este último da más importancia a la práctica y Adorno, a la teoría. Los revisionistas, como Fromm, tachan los elementos de verdad de psicoanálisis, reprochan a Freud dedicarse a lo singular, al yo, y olvidarse de lo social y sus repercusiones. También, hacen hincapié en la determinación social de la enfermedad, que Freud no tiene en cuenta. Pues bien, Adorno propone desechar a los revisionistas y recuperar al Freud más recalcitrante, ya que al observarlo se pierde parte de su esencia, digamos que, hay que leer a Freud freudianamente. La cosa misma es la que dicta el método y no al revés. A propósito de la enfermedad, Adorno nos dice que es la resistencia de lo particular hacia lo universal, por tanto, no puede cerrarse desde lo universal.

A –¿Estás ahí C?
C –Sí, aquí estoy, nunca me he ido. Perdona es que esto de leer varios autores a la vez es tarea ardua. Pero tú eres mi pilar, mi pedra de toque, mi ‘Wahrheitsgehalt’...
A –Me llamo Warhol si no te importa...
C –Me refiero a que eres mi contenido de verdad, ‘Wahrheitsgehalt’, materializo la verdad a través de tu arte.
A –Estás fatal, me preocupas, ves acabando, si no te importa, y tómate algo, yo invito.
C –Voy voy... Tienes razón, arte, sociedad, estética, lo banal, lo original, pero... ¿y el artista? ¿dónde queda el artista en todo esto? ¿qué eres A?
A –Huy huy huy... Cuando te pones metafísico me das miedo. Mira te diré algo. “Un artista es aquel que produce cosas que la gente no necesita, pero que él -por alguna razón- cree que es una buena idea ofrecérselas. Es mucho mejor hacer Arte Comercial que Arte por el Arte, porque el Arte no aporta nada al espacio que ocupa, mientras que el Arte Comercial sí. (Si el Arte Comercial no aporta nada a su propio espacio, no tiene mercado). De modo que por un lado creo realmente en los espacios vacíos, pero por otro, debido a que aún estoy haciendo un poco de arte, sigo fabricando basura para que la gente lo coloque en sus espacios que creo deberían estar vacíos; es decir, ayudo a que la gente desperdicie su espacio cuando lo que en realidad quiero hacer es ayudarles a vaciar sus espacios”.
C –Cuando te sueltas no hay quien te pare A. Te recuerdo que has dicho que aún estás haciendo un poco de arte y eso no pasa desde el 87.
A –Definitivamente no te enteras. He trascendido, que no transfigurado; mi obra ha trascendido, sigo haciendo hablar de arte, sigo haciendo arte a través de gente como tú... y de ese tal Dante del que me hablas.
C –Gracias A, no sabía que estaba haciendo arte, te lo agradezco... Aunque, si no te he entendido mal, acabas de decir que el arte que te gusta es el vacío y yo estoy llenando páginas; no si al final resultará que estaré haciendo ‘filosofía comercial’... Ah, y es Danto, D-A-N-T-O...

Danto, también se refiere a Freud en su obra. En concreto nos habla de ciertas cadenas asociativas del tipo de las que encontramos descritas en Psicopatología de la vida cotidiana se vertebran a partir de juegos de palabras y semejanzas fonéticas; ciertos sueños son ocurrentes transformaciones de pensamientos inconscientes. Estos juegos solo serían accesibles si es cierto que los pensamientos no sólo están compuestos de palabras, sino también con la misma imaginería acústica que tiene la palabra hablada. La teoría de Danto es que somos sistemas de representaciones, tanto verbales como visuales a un tiempo. Una ampliación de la tesis de Pierce de que “el hombre es la suma total de sus lenguajes, dado que el hombre es un signo”. Danto, piensa que hay que rebelarse por fuerza de los fenómenos freudianos, en concreto ante ciertas propiedades de las representaciones que están más allá de las mismas propiedades representativas: no es meramente lo que una persona representa, es la forma en que lo representa a lo que hay que recurrir para explicar las estructuras de su mente. Esta forma de representación más allá de lo que represente, es lo que Danto denomina estilo. Si un hombre es un sistema de representaciones, el estilo de aquél es el estilo de éstas, lo que denomina Schopenhauer “fisiognomía del alma”. Y es, sobre todo en el arte, donde esta fisiognomía externa de un sistema interno de representación a lo que Danto considera que remite el estilo. Remitiría a Danto a la paradoja de Adorno. Nada del arte es evidente en su relación con la realidad, incluso el propio arte debe volverse contra su propio concepto, ahí está su paradoja, no se le puede negar abstractamente, no podemos afirmar así como así que el arte ha muerto o el fin del arte o el después del fin del arte. El contenido del arte, dice Adorno, no es del arte. El arte está conectado intrínsecamente con su autor, por tanto, materialidad. Los errores del psicoanálisis ligan con la sociedad. El problema de la transferencia, aludido al principio del trabajo, viene a propósito de porqué Laforgue psicoanaliza a Baudelaire si no es su paciente. Por tanto, hay dos ámbitos, el del psicoanálisis y el de fuera de éste, en el conjunto del arte y estética, que Adorno hace extensivo a todo el ámbito de la práctica psicoanalítica.
Así pues, Danto, piensa que la caja de Brillo parece entrar en el mundo del arte con incoherencia tonificante. Aparece para realizar una demanda revolucionaria y cómica, “no tanto para desmantelar la sociedad de las obras de arte como para adquirir carta de ciudadanía en ella”, al reclamar para sí el mismo lugar que ocuparían los objetos sublimes. Danto nos propone imaginar, por un momento, que el mundo del arte se ha “rebajado” a acceder a la demanda; que un objeto tan “abyecto y lumpen” sea digno de admisión en el mundo del arte parece más allá de todo cuestionamiento. Aunque, automáticamente, acabamos de confundir la obra de arte Brillo Box con su vulgar homólogo de la realidad comercial. La obra reivindica, dice Danto, su exigencia con una descarada metáfora: la caja Brillo como obra de arte. Al final, esta transfiguración de un lugar común no transforma nada en el mundo del arte según Arthur C. Danto; sólo hace conscientes unas estructuras del arte que, con seguridad, exigían cierto desarrollo histórico previo para que la metáfora fuera posible: “El momento se hizo posible, pues algo como la caja Brillo devino tan inevitable como sin sentido. Inevitable porque el gesto tenía que hacerse, con ese objeto o con cualquier otro. Sin sentido porque, una vez podía hacerse, ya no había ninguna razón para hacerlo”.
El arte ligado al ‘mercado del arte’. El arte ha llegado a su fin, por tanto, desvinculación del arte y la verdad es lo que nos propone, Danto, con su arte ‘posthistórico’. Como ya he dicho, si el arte ya no es expresión suprema de la verdad, entonces, ¿qué interés tiene el arte para la filosofía? El arte es el objeto privilegiado de la filosofía, la esencia del arte no reside en ninguna realidad perceptiva. A mi juicio, el problema que hay que criticar en la exposición de Danto es el carácter que tiene el arte de ‘fait-social’. El error constitutivo de Danto, hace que su libro sea de lectura imprescindible para conocer y entender los indiscernibles, los objetos reales y el arte. Arruinar una teoría institucional del arte (mercado, museo, galería, intereses económicos) parece que es lo que persigue Danto. Excepto en su crítica del comunismo, no hay ningún libro donde Danto se de cuenta de lo que perseguía Andy Warhol, a pesar de la percibilidad indiscernible, aparece el valor de la propia mercancía del arte, convirtiéndolo así en un ‘fait-social’. Adorno no pudo analizarlo en los términos actuales. Arte/mercancía, desposee al arte de contenido de verdad. Danto legitimiza todo el arte posmoderno, pero, después de Warhol, el arte ya no es lo que era. El intento de Danto es construir el arte por fuera de la verdad, haciendo un campo específico por fuera de la filosofía, cosa que confiesa en su obra. El arte es órgano (instrumento) y documento (objeto de verdad) de la filosofía, dice Schelling, y Heidegger nos recuerda lo que Hegel afirma cuando dice que el arte ya no es expresión suprema del espíritu, por tanto, ya no interesa a la filosofía. Es precisamente Schelling, quien introduce esta apuesta en la filosofía; son Adorno, Benjamin, Lukács y Heidegger, quienes no pueden dejar de recoger esta apuesta. Danto intenta ‘suturar’ esa brecha que abre el arte en su devenir histórico; que el arte expresa una verdad en este devenir. En su otro obra Después del fin del arte, nos encontramos un Danto mucho más ‘institucionalizado’, con muchos años ya de su propio asentamiento teórico y, por tanto, no tan crítico e incluso matizando en alguno de sus capítulos lo que dijo, o las exégesis de alguien que dijo algo de lo que dijo, en fin, mas políticamente correcto. Si bien, se aclara y profundiza más en algunos términos, casi me atrevería a decir, si se me permite, que es obra complementaria corregida y aumentada, o de consulta, de La transfiguración de lo banal, donde irrumpe con fuerza con su transfiguración, siguiendo la estela hegeliana de la muerte de arte y ‘apostando’ por el fin de éste a través de un corte ‘epocal’, para que el arte sea posthistórico, proponiendo a Warhol de ‘cabeza de turco’ de su transfiguración de un lugar común, que, al final, acaba por no transformar nada en el mundo del arte. Si bien, intenta suturar la brecha ya mencionada anteriormente, prefiero otros ‘cirujanos’ como Adorno, Benjamin, Lukács y el propio Heidegger, todos ellos capitaneados por Schelling, que, con su giro estético, hacen del arte el objeto privilegiado de la filosofía, es órgano y documento, instrumento y objeto de verdad.

A –Bueno, parece que, al final, no estabas muy de acuerdo con Danto... ¡lo he dicho bien!
C –No, va a ser que no, lo encuentro muy interesante y muy ‘idiotizante’ a la vez. Pero soy nuevo en esto A, así que tampoco me hagas mucho caso. Por cierto, B se esfumó, no debieron gustarle nuestras conversaciones histerizantes.
A –¿Quieres que la llame? Pero esta vez deja las comillas a parte que me siento exprimido, ya basta de si dije lo que dije porque sí o porque quería decirlo.
C –OK OK, aunque déjame decirte que he gozado artística-mente de ti.
B –¿Goce artístico? No sabía que con al arte se pudiera gozar, en todo caso deleitarse, disfrutar, pero gozar lo que se dice gozar...
C –Por fin llegaste B, echaba de menos tu estar por encima del bien y del mal. Sí sí, gozar gozar. El sexo es la causa eficiente de la representación artística. El psicoanálisis, del cual tú haces uso y abuso B, nos dice que como no gozamos del sexo y estamos reprimidos, entonces, gozamos con el arte; si gozáramos con el sexo, el arte nos importaría un pito. Pegunta a tu psicoanalista, pregunta.
B –¿Cómo? Ahora resultará que el arte tiene que ver con follar, en todo caso será al revés, ¡follar es un arte!
C –Ja, ja, no te excites B, a lo que pienso que se refiere el psicoanálisis es que, entonces, el arte NO es un EN SÍ, sino un fetiche, el fetichismo propio de las obras de arte. Del portugués ‘facticio’, hecho a mano. Tú lo construyes pero se convierte en ajeno a ti y te domina. Por otro lado, estoy muy de acuerdo contigo, practicar el coito es un arte.
B –¿Practicar el coito? Esto de la filosofía te está volviendo un poco ‘rarito’. Ya te presentaré a mi psicoanalista, creo que no te iría mal. De todas maneras, me gusta esto del goce artístico. Gracias C.
C –No hay de qué, en todo caso, dale las gracias a Freud. Yo soy de la opinión que se puede gozar en ambos campos de la vida a la vez y, de hecho, los gozo, por encima del bien, del mal y de Freud...
B –¿Y de quién más...? ¡Picarón!
A –Os dejo un momento, hablando de arte y os encuentro ya cotilleando. Ay... ¡Malos tiempos para la lírica! ¿no?
C –¡Malos, malos!
B –¿Y qué?






Bibliografía

Andy Warhol: Mi filosofía de A a B y de B a A (Fábula Tusquets Editores)

Theodor W. Adorno: Teoria estetica (Piccola Biblioteca Einaudi)

M. Horkheimer & T.W. Adorno: Dialéctica de la Ilustracióna (Ed. Trotta)

Arthur C. Danto: La transfiguración del lugar común (Ed. Paidós)

Arthur C. Danto: Después del fin del arte (Ed. Paidós)



A –Pssst, gracias por ponerme el primero en la ‘biblio’, C.
C –¡Faltaría más!
A –Todo y que deberías haber titulado: Mi filosofía de A a B y de B a A... + C.
C –Tampoco hay para tanto. Mejor nos callamos ya ¿no?
A –Perfecto, qué bonito el silencio...
C –Maravilloso... sobre todo el de las sirenas kafkianas. El arte, al igual que las sirenas, no llega a cantar nunca a muchos, por muy doctos que sean... ¿No crees?
A –Sí, totalmente, veo que empiezas a entenderlo. Pero, ¿no nos íbamos a callar?
C –...

7 comentarios:

Unknown dijo...

No sé si se publicará en papel o no pero... esto es muy bueno!!!

Unknown dijo...

Pues... sí! Tienes toda la razón del mundo. Esto es filosofía de alta calidad todo y que...

Unknown dijo...

qué?

Unknown dijo...

Pues que estaría bien que te lo afirmase otra persona que no fueras tú... ni yo...

Unknown dijo...

Quizás tengas razón, sería la manera de que fuera o fuese publicado en papel ¿no?

Unknown dijo...

Sí, sí, así también te podrían leer otros muchos y dejaríamos de tener estas conversaciones a uno...

Unknown dijo...

A uno?